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La devoción a Santa María de Guadalupe cobró auge, a partir del siglo XIV, en
toda Extremadura, extendiéndose hasta el continente americano. La razón principal de esta difusión se encuentra en la acción redentora de la Virgen. La devoción guadalupana nos llega mediada a partir de los textos elaborados por los monjes jerónimos. Estos monjes proyectan argumentos doctrinales esenciales para el discurso cristiano de la época. Esta tradición/expresión discursiva se expandió en América, en particular a partir de la labor de fray Diego de Ocaña, quien difundió el culto guadalupano entre fines del siglo XVI y principios del siglo XVII, dando cuenta a la vez que justificando determinados comportamientos y valores. De allí que sus textos, imágenes y sonidos busquen inspirar la fe al tiempo que son transmisores de un “modelo sensorial” específico, que en esta oportunidad acotaremos al paisaje sonoro.