Cañón, Mila; Malacarne, Rocío; Valdivia, Marianela; Carranza, Marcela; Estruch, María Elena; Purvis, Gabriela; Palacios, Claudia Marisol; Varela, María Segunda; Torres, Walter; Villasanti, Ana Daniela
Descripción:
Prólogo:
El libro La mediación lectora en la biblioteca cuenta con tres autoras, Mila Cañón, Marianela Valdivia (también compiladora) y Rocío Malacarne, que comparten un espacio de docencia e investigación en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, provienen de distintos orígenes disciplinares, cuentan con diversas trayectorias académicas y personales y en esta oportunidad se han reunido en un texto cuyo título menciona las palabras clave que operarán como ejes estructurantes. Además, convocaron a un conjunto de invitadas e invitados que realizan aportes temáticos desde distintas perspectivas. Dice Soledad Ayala “La lectura es un tema apasionante. Es una práctica social, cultural, educativa y política; está relacionada con el conocimiento, con los procesos de escritura, con la aparición formal y legal de la figura del autor, pero además con los diversos materiales que se utilizaron a lo largo de la historia para leer y con las prácticas que se construyeron alrededor de ellos” (Ayala, 2020, p. 11). Así, múltiples dimensiones teóricas y prácticas convergen en la constitución de un objeto complejo que ha despertado y despierta la curiosidad de numerosas disciplinas a lo largo de la historia y que se transforma y resignifica en sus actores, sus soportes y sus territorios de interacción en forma permanente, con una dinámica que lo sitúa en un lugar sumamente rico e interesante, orgánico y vital. La mirada colectiva aquí se conforma, entonces, a partir de la confluencia de los abordajes que se van tejiendo a lo largo de los capítulos, dando cuenta, sin duda, de la transdisciplinariedad del objeto y la riqueza de sus espacios intersticiales. El trabajo está organizado en tres partes, la primera aborda la biblioteca como un territorio de mediación, de construcción social y de ejercicio de derechos de las infancias y juventudes en el que cobran protagonismo dos preguntas centrales ¿qué se lee? y ¿cómo se lee? La selección que realiza la bibliotecaria o el bibliotecario, la personalización de las propuestas que requiere un conocimiento y una empatía única con cada estudiante, la generación de una ocasión ideada para cada persona, la facilitación de momentos y dispositivos, entre otros aspectos, serán labores que concitarán la atención de las autoras; “paridad, respeto y travesía” guiarán filosóficamente el sentido de la Biblioteca, en estas consideraciones. El análisis del concepto de comunidades lectoras repasa supuestos teóricos y experiencias relatadas, considera a la bibliotecaria como una mediadora cultural, primariamente lectora y a su vez quien propone lecturas y quien propician, coordina y da lugar a que la biblioteca se erija en un entorno plenamente comunicativo. La bibliotecaria lee, socializa, registra, predispone la conversación en torno a los textos, los lectores escuchan, dialogan, participan, construyen sus escenas personales y colectivas de lectura, se vinculan entre sí y con la propia bibliotecaria, con otros lectores a través de las redes sociales, con escritores e ilustradores; se apropian de la biblioteca como territorio lúdico y gestor de hermosos momentos compartidos y a la vez como espacio que se suma al aula y simultáneamente se diferencia, al construir su propia identidad. Se hace necesario para las autoras estudiar en profundidad y complejidad el pasado reciente y el presente del campo de la Literatura para niños y jóvenes, sus agentes, sus mediadores y especialmente el problema de la elección de textos ya que seleccionar implica siempre tomar decisiones, optar, preferir y realizar recortes que operarán para quien los realiza, pero especialmente para otras personas. Esta temática será analizada a través de diversos componentes y variables intervinientes: autores, mercado editorial: agentes, grandes editores concentrados y pequeños independientes; criterios de calidad; tensiones entre calidad y mercado; búsqueda de quitar todo tipo de influencias extraliterarias en lectoras y lectores (“intrusiones”), entre otros aspectos. El trabajo aporta, además, una serie de reseñas que las autoras consideran valiosas como herramientas para las y los actores significativos. Se caracteriza también aquí la supra selección y los envíos que el Estado realiza a las escuelas y a sus bibliotecas durante los últimos años con miras a trabajar posibles corpus constituidos con dichos materiales. La segunda parte, La biblioteca como laboratorio de lecturas y escrituras, presenta la biblioteca como un taller concebido como una “una opción pedagógica estética y política”, en la que no solamente se lee sino también se escribe. Aborda la posibilidad de estimular la escritura mediante recursos poéticos, visuales y dispositivos de escritura. También recomienda la puesta en valor de los recreos como momentos de sociabilidad y ocio en la biblioteca, que merecen ser planificados. Dedica una especial consideración al envío que el Estado realizó en el año 2021 con el que construye un posible itinerario de lecturas -sumamente interesante en la transparencia del proceso de trabajo-. La tercera y última parte denominada Voces en torno a la biblioteca escolar se conforma con una serie de aportes de bibliotecarios y docentes que recuperan diversas narrativas. Gabriela Purvis aborda propuestas formativas para bibliotecarias y bibliotecarios, vuelve sobre la idea más primaria del bibliotecario como lector que experimenta la propia lectura, pero no como aquel tradicional erudito y custodio del conocimiento registrado, sino quien recuerda y resignifica sus propias experiencias lectoras y se reencuentra con su felicidad de niño y joven lector. Luego Palacios y Varela presentan la necesidad de caracterizar la biblioteca escolar como “tercer espacio”, un lugar de bienestar, experiencias y pasatiempos y cómo desde la formación profesional universitaria que ejercen, buscan formar a las y los estudiantes en un conjunto de buenas prácticas que se encaminen hacia esa caracterización. Walter Torres y Ana Villasanti, en tanto, detallan un conjunto de reflexiones en torno a la tensión entre la expectativa de los egresados de la carrera de Bibliotecología y la realidad laboral con que se encuentran en el ejercicio profesional. En especial, plantean la problemática de la mediación, vista desde sus dimensiones institucionales, literarias, políticas y sociales. María Elena Estruch plantea a continuación la problemática de bibliotecarias y bibliotecarios en relación con la denominada Unidad Pedagógica, “espacio de construcción de la alfabetización inicial”, y su rol y actuaciones en ese equipo pluridisciplinar escolar. Finalmente, Marcela Carranza reflexiona en perspectiva etnográfica acerca de la irreverencia de la Literatura como una creación libre de dominios y generadora de infinitas interpretaciones que desafían todo tipo de reglas a partir de la construcción de sus propias reglas y en la lectura como un lugar de encuentro, originalísimo cada vez, entre textos y lectores. Aporta numerosos ejemplos personales, en particular de la poesía y del humor. El texto se inicia con la mención de sus destinatarios naturales que pueden considerarse comunidad lectora: bibliotecarios, docentes y lectores, quienes crean y recrean mundos en cada lectura, se encuentran y desencuentran en los textos y se vinculan a través de ellos. El universo de la lectura se muestra así amplio y complejo e invita a estos receptores a un desafío conmovedor y humanizante a través de sus páginas. La obra profundiza en el sentido esencial de la biblioteca como un centro democratizador y generador de igualdad en el acceso a la lectura, al ocio, a la cultura y la calidad de vida de niños y jóvenes. En esa razón de ser reside su condición de posibilidad en la construcción vivencial de nuevos sentidos. Dra. Silvia Sleimen / Menciones: Compilación de Valdivia, Marianela ; Prólogo de Sleimen, Silvia ; Ilustrado por Misenta, Marisol